martes, 21 de octubre de 2014

Carta Abierta a Guido Marcelo Carrillo

A lo largo de los años, en el mundo del fútbol ha habido discusiones sobre equipos, torneos, jugadores e incluso goles en particular. Nadie es indiscutible, o al menos en los hechos, todos comparten méritos y errores que permiten el debate.
 Al respecto, en Estudiantes de La Plata ha habido casos por doquier de jugadores discutidos y bancados al mismo tiempo. Generalmente sucede con los más habilidosos, los arqueros o los delanteros. No es lejano en la memoria colectiva el caso de Carrusca, un diez de poca batería; Justo Villar, el arquero que llegó siendo figura y cuyo rendimiento rozaba lo patético; Gabriel Peñalba, el lungo habilidoso que brillaba en Argentinos Juniors y no hizo pie en Estudiantes; incluso en algún momento Mauro Boselli fue criticado por su desempeño muy bajo.
 Lo curioso hoy en día es que un jugador aún juvenil y con serios problemas en su rol de definidor, sea impensadamente nulo de discusión. No recuerdo casos en los que criticar el desempeño de un jugador sin palmarés notable conlleve a una producción infinita de críticas al crítico, valga la redundancia.
 Porque es en su caso, señor Guido Carrillo donde aparecen “viudas” por doquier, defendiendo una causa más que una realidad. Es en el hecho donde hay que analizar y no en el incierto de las hipótesis y justificaciones. Los números a veces suelen mentir.
 Usted hasta el momento disputó 108 partidos convirtiendo 25 goles. Cifras nada repudiables. Su potencia física y habilidad son muestras claras de un gran proyecto a futuro. Guido Carrillo como jugador no falla en las cuestiones alternativas, sino en su propio rol. El de definidor.
 Y distingo definidor de goleador, ya que el goleador no entiende de momentos, partidos o situaciones, sino que convierte y ya. El definidor es quien debe comprender cuán preciso es resolver una situación, un partido, marcar la historia y quedar en la posteridad.
 El nueve que hoy tiene el conjunto platense ha tenido solo un gol importante. Y fue precisamente uno de los últimos: ante Peñarol. El gol que deja con vida a Estudiantes en la Copa Sudamericana 2014 fue indispensable. Pero en el hecho, ha sido un penal, del que se encargó él.
 Lo pateó mal, Guido, otra vez. Flojo, mal parado, demasiado recto a la pelota, definiendo a penas a un costado y solamente convertido en gol gracias a Migliore quien se tiró para el otro lado. El penal, algo que tiene que ser como una suma y resta para un matemático, le cuesta horrores.
 Ha convertido penales, claro. Recuerdo en sus comienzos ante Independiente, luego ante Boca y también con Lanús. Pero hilando fino, estos han sido conjuntos que o se fueron a la B (el rojo), o tuvieron el peor desempeño casi de su historia (Boca), o el partido en sí no era definitorio sino un mero enfrentamiento de comienzo de temporada (ante Lanús), o amistoso que no vale más que para la paternidad de un clásico (vs Gimnasia en el verano).
 Los definitorios como ante River, esencial partido para perfilarse como Campeón, erró el penal. Y muy mal, con displicencia preocupante. Misma forma ante Huracán en Copa Argentina este año también, que parecía ser la Copa más accesible en la historia del club.
 Además de los penales, son las definiciones en sí las que dejan mucho que desear. Porque de sus goles, la gran mayoría, superando un 60%, han sido de cabeza o en el área chica, la mitad de esas veces sin resistencia en el arco. Son goles y valen como todos, por supuesto, pero marcan la deficiencia para superar a un arquero en un mano a mano, o en la necesidad de buscar la colocación de la pelota.
 Patea siempre al medio. A veces da la sensación de ser ese defensor que en un córner o en un final de partido decisivo se encuentra en una situación que le es ajena y define como puede, incorrecto, desarmado, con más ganas que técnica.
 Entonces teniendo estos hechos, las hipótesis no deben basarse solo en números fríos de goles y partidos, sino inmiscuirse un poco más para descubrir que son goles de nueve duro y rebotero, lejos de la técnica que le conocemos fuera del área.
 Repasamos goles: En este torneo: ante arsenal, peleando un rebote en el área chica; ante Vélez, cabezazo; ante Banfield, cabezazo; ante Douglas Haig, equipo muy inferior, por 16vos de final de Copa Argentina, puntinazo desde el borde del área; torneo pasado ante Tigre, empujándola a 40 cm del arco, partido perdido; contra Colón, de penal; con Quilmes metió dos, uno que ni siquiera la toca, disputándola con el arquero en el área chica, y el otro decorativo también empujándola a medio metro del arco sin resistencia de arquero o defensor…
El que le convirtió a Racing es curioso: dotado de gran técnica, aplica un lujo en el área con un tacazo muy lindo que despeja un defensor en la línea, y dicho despeje pega en Carrillo y entra al arco…
Seguimos: en el empate ante Vélez 1 a 1 de cabeza; con Lanús en el Estadio Único convirtió dos, el primero tras un centro al área chica donde le pifia y en el rebote, desde el piso la empuja, y el otro de penal; También con All Boys, con Cambiasso dando rebote, ingresa al área chica definiendo sin resistencia…
Hay más casos pero con los citados podemos elaborar una opinión crítica basada no solamente en los goles sino en los momentos, formas y dificultades. En su mayoría han sido goles con poca elaboración propia, muchos de un nueve rebotero, válidos por supuesto, otros de penal, no muy bien pateados en general y otros de cabeza, su fuerte.
 He encontrado pocos grandes goles con mérito propio: una chilena ante Lanús, un gol ante boca, otro de volea desde el borde del área. Pero no mucho más. Entonces no se entiende realmente la fuerte resistencia de los sectores populares del club para con la crítica al jugador. Es bien sabido que hay jugadores que brillan en pequeños momentos. Nunca trascienden la barrera de lo histórico. Hasta ahora no se ha escuchado de parte suya públicamente alguna autocrítica ante su problema de definición ante arqueros bien parados, por lo que mi preocupación asciende a un nivel importante. Porque no hay mejoras sin autocrítica, y por lo visto ese es otro déficit, Guido.

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